Diseño del blog y montaje de imágenes/ fotografias y videos : Mar Buelga. Textos: Olga María Ramos y colaborador@s

martes, 18 de junio de 2013

Las noches del cuplé. Reflexión desde México

Tras escucharme el relato sobre el final de Las Noches del Cuplé en el programa Es amor y posteriormente leer el texto que incluimos en este mismo blog en pasado 13 de junio, nuestra amiga y colaboradora mexicana Lourdes Franco Bagnouls me ha enviado esta interesante reflexión que, con su autorización, publicamos.

Cartel anunciador de Las Noches del cuplé de Olga Ramos


                      

  Las noches del cuplé. Reflexión

 Einstein demostró, gracias a la genialidad que lo caracterizaba, que existe una ley fundamental que rige el universo: la relatividad. Gracias a esta ley, podemos respirar con la tranquilidad que nos da el pensar que nada es definitivo y todo, en cambio, es perfectible de modificación ya que en su naturaleza misma está su indefinición.

Einstein
Platón
 De tal modo, el espacio y el tiempo también son relativos. Platón, por su parte, hablaba de la existencia de este mundo y el de las ideas; a saber: todo lo que en este mundo existe es sólo la concreción de una idea; así, todas las mesas que en el mundo existen, ya sean de una pata o de cuatro, o de seis, cuadradas o redondas u ovaladas, de madera, de metal o de cristal, todas, sin excepción, responden a una idea general “mesa” que existe en ese universo del que provienen todos los conceptos que se materializan en éste.

 Por otro lado, el filósofo griego plantea el Mito de la Caverna que explica la limitación que el hombre vive frente a la realidad: Dos hombres, desde su nacimiento, vivieron encadenados a la entrada de una caverna, volteados hacia la pared interior de la misma y con una fogata a sus espaldas. Frente a la caverna pasaba la vida: eventos naturales, hombres y animales; los habitantes sólo veían sombras que se proyectaban como en una pantalla en el muro interior de la caverna. Un día uno de los hombres logró zafarse y entonces descubrió que aquello que él pensaba que era la realidad era sólo un sucedáneo de ésta, que la realidad tenía colores y contornos y texturas que nunca había imaginado. Nosotros somos esos hombres encadenados de cara a una pared de roca, sólo percibimos una mínima parte de la realidad que nos circunda.


En este contexto, ¿por qué no imaginar que ese local de la calle de la Palma, con todo su atractivo y con toda su nostalgia; con su pianola y sus espejos y sus luminarias y su púlpito; con sus cupletistas pintadas sobre el muro y las mágicas notas del violín de doña Olga fue —a pesar de toda la riqueza de su significado— apenas una ligera pincelada del auténtico templo del cuplé que existe en el reino de las
ideas.

Olga María, y las cupletistas del telón. ©Mar Buelga 2011


                         


¿Qué nos impide pensar en que un día, siguiendo a Einstein, lograremos viajar en el tiempo, que como todo, es relativo, y podamos hallar impoluto, intocado, inalienable aquel recinto donde las notas de un chotis impriman el garbo y el donaire de un Madrid auténticamente castizo; un Madrid con rostro y con mantón de Manila, chulapo y pinturero que sea la evocación de un espacio eternamente cobijado en el alma no sólo de los habitantes de la Villa y Corte, sino de todos aquellos que sientan a Madrid como algo vivo dentro de sus corazones.

Las noches del cuplé


Ilustracion para Marianela de una de las primeras
 ediciones
Ese día glorioso en el que podamos regresar al tiempo de Las noches del cuplé, retornaremos, alborozados al tiempo de los pañuelos y las gorrillas, de las noches de verbena y de los boticarios enamoradizos, de las tragedias resguardadas tras las puertas de una Fortunata o de una Marianela.









La picardía volverá a ser inteligente, la sensualidad, cándida, el dolor, auténtico, el donaire, natural. Ese día, la Mariblanca rendirá su amor sin cortapisas al enamorado reloj de la Puerta del Sol y la calle Mayor se engalanará con sombreros de pluma y trajes con miriñaque.

Ilustración para La Mariblanca. ©Mar Buelga 2010
Escuchemos la bella mazurca en la voz de Olga Ramos

                          

Las noches del cuplé no representa un pasado evocador que se constriñe a una sensación de calor experimentada dentro del alma de quienes pisaron su suelo, se deleitaron con su comida, o rieron y cantaron a coro con Las Olgas el estribillo de algún cuplé; Las noches del cuplé es una asignatura pendiente en la historia de la capital española.


Escuchemos a Las Olgas interpretando La Violetera sobre una de las escenas de la película de Chaplin: 
"Luces de la ciudad"

                       

Sus políticos, príncipes, artistas y empresarios tienen una deuda de justicia con la heredera de ese reino. Madrid, volverá a ser Madrid cuando el espíritu del cuplé, el del Cipri, el de doña Olga, y el de tantas y tantas mujeres que entregaron al género la fragilidad de sus vidas, como la Fornarina, encuentren un espacio ajeno a las veleidades del tiempo donde volver a lucir plumas y abanicos, donde expresar en notas la hondura de un carácter, la fuerza de una pasión, el motor de una vida.

Olga Ramos y su violín. "El descanso de su voz"

Ese día Madrid habrá cubierto una deuda de amor que aún tiene pendiente porque Las noches del cuplé le entregó todo y él, taimado, ha respondido con el más ominoso de los silencios.


                             


Y para despedirnos que mejor que escuchar el galop : Las noches del cuplé de Olga Ramos, con el que "Las Olgas" terminaban cada día  su función en el desaparecido local, en este caso desde el escenario de Las Vistillas. 

                           

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