Diseño del blog y montaje de imágenes/ fotografias y videos : Mar Buelga. Textos: Olga María Ramos y colaborador@s

lunes, 1 de abril de 2013

TÓRTOLA VALENCIA, Esencia de la Belle Époque.

Tórtola Valencia
.La bailarina de los pies desnudos.

VALENCIA
(Carmen Tórtola, llamada Tórtola) Bailarina Española que destacó en la interpretación de danzas orientales (Sevilla 1882 -Barcelona 1958) Tórtola Valencia fue la imagen misma de la Belle Époque e inspiró, sin duda, a los más acreditados escultores de Art Decó.

Exótica Tórtola Valencia

 Sería arriesgado concretar datos sobre los orígenes de esta enigmática mujer ya que de su vida privada, sobre todo en sus comienzos, se sabe poco. Y es que la propia Tórtola era muy dada a confundir, tergiversar y enmarañar su propia biografía. De modo y manera que aportaré lo que más se aproxime a la realidad, suponiendo que ésta lo sea…

Artística Tórtola

 TÓRTOLA SE CREÓ A SÍ MISMA

Barrio de La Magdalena en Sevilla
 Esta exótica bailarina de personalidad muy acusada, nació en el barrio sevillano de La Magdalena, en el año 1.882, mezclándose en sus venas la sangre catalana de su padre con la andaluza de su madre. Curiosamente, el nombre de Tórtola es en realidad el primer apellido del padre llamado Llorenç Tórtola Ferrer.

 Apenas la niña cumplió tres años, la familia se trasladó a Londres, viajando más tarde a México. Entre 1.891 y 1894, en la ciudad de Oaxaca, murieron sus padres dejándola huérfana a los doce años.
Oaxaca (México) en la actualidad


 Nunca explicó nuestra protagonista qué la llevó a hacerse bailarina, aunque si lo hubiese relatado alguna vez, hubiera sido natural dudar de ella. Baste decir que adjudicó diferentes personalidades a su progenitor: Un caballero inglés criado en Gibraltar, un Leridano (la más probable) y hasta se le ocurrió inventarse que era hija de un Grande de España; algo que, según se comprobó, era completamente falso.

 El 25 de Abril de 1.908, cumplidos los 26, debutó en el teatro Gaiety de Londres, con la obra “Havana”, figurando al final del reparto con el nombre de señorita Valencia, en el papel de Isolda.

Teatro Gaiety de Londres


Fachada del Folies Bergère a finales del XIX
 No había transcurrido ni un año, cuando Tórtola se presentó en el Folies Bergères parisino y lo hizo con el sobrenombre de “La Bella Valencia”.
 Aún pasarían tres años antes de su regreso a España. Durante ese tiempo viajó por Europa, adquiriendo cada vez más madurez artística. Su primera representación la hizo en el Romea de Barcelona.

Teatro Romea de Barcelona, en la actualidad

Luego, y en un homenaje a la actriz María Barrientos, actuó en el Liceo.
Teatro Liceo de Barcelona
María Barrientos, era la homenajeada 

 De allí partió a Sevilla, bailando en el Salón Imperial.

Interior del Salón Imperial de Sevilla en la época de Tórtola


 UN MARKETING ESPECTACULAR

Cartel publicitario con la imagen de Tórtola Valencia

 Cuando llegó a Madrid, la Villa y Corte, que apenas contaba con 900.000 habitantes, la recibió con la afabilidad acostumbrada y una gran dosis de curiosidad. La presentaron rodeada de misterio, misterio del que nunca se desprendería, ya que aquello contribuiría a su éxito. Seguramente por snobismo, se sintieron atraídos por ella intelectuales y grandes artistas lo que la benefició en su carrera.

Sensual Tórtola
Ruben Darío

 La sugestiva danzarina se codearía con las mentes más preclaras del Reino, como Benavente, Valle-Inclán, Santiago Rusiñol, Martínez Sierra, Ramón Casas, Zuloaga, Julio Romero de Torres, Marquina o Rubén Darío que en 1912 le dedicó algo que yo leería ligando cada palabra con un hilo de seda sensual… (¡Caramba! y eso que soy cupletista de clausura…)

"Bajaban mil deleites de los senos hacia la perla hundida del ombligo, e iniciaban propósitos obscenos azúcar de fresa y miel de higo"




                       Mundo Gráfico. Portada. 1911


EL MAGNETISMO DE TÓRTOLA

 En torno a Tórtola se fue formando una espiral de admiradores que, curiosamente, aún no la habían visto y, por lo tanto, no habían podido juzgarla. Era como un producto del que todo el mundo habla sin conocerlo.

 El día de su presentación la expectación era enorme. Lo que ahora se llamaría asesores de imagen, habían hecho bien su trabajo. El teatro estaba a rebosar. Sin embargo, a pesar de la buena predisposición del público, en el aire flotaba la duda de si Tórtola respondería a las expectativas. El tercer aviso, indicó a la concurrencia que el momento tan esperado estaba próximo. Se apagaron las luces de la sala y la orquesta atacó el preludio. Pasados unos minutos el telón empezó a alzarse y allí, en medio del escenario, surgió Tórtola Valencia, envuelta en sedas, tules y joyas, portando un espectacular collar de ámbar que con ella se haría leyenda. Dicen los críticos de la época, que bailar lo que se dice bailar, no bailó, pero sus poses eran tan seductoras, el movimiento de sus brazos tan sugerente, la expresión de su rostro tan arrebatadora, que todos se rindieron ante el magnetismo de Tórtola, sin preguntarse cómo había sido capaz de danzar sin apenas moverse de cintura para abajo.





 Cuesta creer la bondad de esta versión, ya que Tórtola Valencia fue calificada como una estupenda bailarina, a medio camino entre Isadora Duncan y La Pavlova.


 Autodidacta, creó un estilo propio lo que la llevó a dar clases de estética en el Teatro de Arte de Munich o colaborar como coreógrafa con Max Reinhardt.

 Tórtola Valencia, imagen de Myrurgia.

 IMAGINACIÓN SIN LÍMITES

 Su afán por el exotismo, la hizo inventar curiosas historias como la procedencia del vestuario de la Danza Incáica. El exuberante tocado procedía, según ella, “de la corona de una emperatriz mexicana”; en realidad se trataba de una grandiosa papelera profusamente pintada de purpurina. Lo del vestido no tenía desperdicio... Lo componían un sin fin de huesecillos a manera de flecos. Tórtola explicaba cómo esos huesos eran los restos de prisioneros españoles asesinados por reyes aztecas. Nada más lejos de la verdad, ya que eran los clásicos palillos de hacer encaje de bolillos a los que, eso sí, se les había aplicado una macabra pintura blanquecina.

 Le gustaba escoger piezas musicales de difícil ejecución, siendo corriente que se echasen a temblar los músicos más virtuosos. A propósito de esto se cuenta la siguiente anécdota: Actuaba en el Romea y desde el principio, todo fueron inconvenientes ya que no estaban habituados a la dificultad que suponía complacer a la extravagante bailarina.
Ensayaba con la orquestina del teatro piezas de Tchaikowsky, Grieg y Delibes y no daban ni media, así que Tórtola les hacía repetir una y otra vez; hasta que un músico cansado preguntó: "¿Y no le sería igual una cosita de Foglietti?"





Hagamos un alto en el camino y pongamos en marcha nuestra imaginación: Vamos a cerrar los ojos… Canta la excelsa María Callas y, en mágico holograma, Tórtola danza ...
La pieza elegida es El canto de la india de la ópera Lakmé del compositor romántico francés Léo Delibes

                                



GENIO Y FIGURA
Tórtola Valencia en su casa

 En Barcelona tuvo otro contratiempo, pues sus justificadas exigencias, la enemistaban con tramoyistas, iluminadores, etc...
 La obra elegida era "La danza del Incienso", de Bucalossi. Salía descalza con un platillo de humeantes brasas en las manos. Había advertido al encargado de entregárselo, que colocara el platillo ardiendo sobre otro aislante. Una noche, por olvido o sencillamente gamberrada, le pusieron entre las manos el candente platillo sin el aislador. Sorprendentemente, Tórtola continuó su danza como si tal cosa. Una vez hubo caído el telón, la bailarina se dirigió al "gracioso" y volcó sobre su cabeza las ascuas del recipiente. Hay quien pensó que entre la bailarina y el diablo existía algún tipo de pacto..... No fue esta la única vez que Tórtola se dejaría llevar por su fuerte carácter; aunque, quizás, sus airadas reacciones fuesen casi siempre justificadas.



 En cierta ocasión, la periodista y escritora Carmen de Burgos sufrió las iras de la danzarina. La intrépida reportera, cuyo seudónimo era Colombine, decidió penetrar en el domicilio de Tórtola. Ni que decir tiene, que ésta era una misión imposible, ya que la residencia de Tórtola Valencia era prácticamente inexpugnable. La bailarina, muy celosa de su intimidad, guardaba en su interior, los objetos más exóticos. No se sabe cómo, una tarde Colombine consiguió introducirse en la casa.

La periodista Colombine

 De inmediato, se vio rodeada de ricos almohadones de seda, joyeros de laca, dagas orientales, dragones de China, cortinajes de raso que en cascada cubrían las paredes, floreros repletos de olorosas flores, fuentes de preciosos metales rebosantes de frutas y en medio de aquel mare-mágnum, Tórtola Valencia. La sugestiva bailarina descansaba indolente, echada sobre un sofá, con el cuerpo apenas cubierto por un rico mantón de Manila. Colombine, en un arrebato inevitable y quizás para expresar mejor su admiración, se acerca y le besa la punta de los pies.
Colombine encontró a Tórtola en una pose semenjante a esta

 La sorpresa de Tórtola, se convierte en estupor, luego en furia irrefrenable. Presa de la ira, lanza sobre la indiscreta periodista, todo lo que tiene a mano. Colombine, huye despavorida hacia la puerta, poniendo precipitado fin a lo que había imaginado extraordinaria entrevista. Después de aquello, mucho le costó a Carmen de Burgos conseguir una cita con Tórtola. Al fin, con la intención de hacer las paces, logró su propósito. Fue en un palco del teatro Romea. La danzarina la aguardaba sentada cerca de una bandeja de polvorones. Apenas Colombine había iniciado sus disculpas, cuando la rencorosa Tórtola comenzó a introducir sin parar, aquellos compactos dulces en la boca de la temeraria periodista.

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